lunes, 31 de enero de 2011

Estado, Sociedad Civil y Política

Por Nicolás Anglas 
DCU de la Chile

En la vida todos tenemos sueños, metas u objetivos que pensamos tarde o temprano lograr. Es ahí donde aparecen y se conjugan lo que comúnmente llamamos intereses individuales e intereses colectivos.

Distintos autores a lo largo de la historia nos hablaron de cómo solucionar la pugna que surge entre los haberes particulares y colectivos, es así como Hegel nos proponía que era el Estado el encargado de conciliar y armonizar estos intereses, y que este en conjunto con la sociedad civil debiese cumplir con su objetivo fundamental y razón de existir del mismo, que es el servicio y la contribución hacia el Bien Común.

Siguiendo en la misma línea, Gramsci plantea que la función del Estado es mantener un consenso activo, un nivel elevado de confianza garantizando  a la sociedad civil el orden social, asegurando que las leyes y el derecho sean cercanos a la política, que se vigilen y se cumplan.

Ahora bien, evidentemente el Estado no es una máquina que se mueve con solo presionar un botón o mover un par de piezas, sino que es vitalizada por la acción humana y como tal posee defectos y virtudes. Es también, utilizando términos comunes y prácticos; dirigido por los “sinvergüenzas y ladrones” de los políticos.

En Chile se habla de una profunda crisis de la clase política, del gobierno, y de las instituciones en general. La opinión pública se manifiesta de forma negativa hacia los gobiernos y en particular sobre el accionar de los partidos políticos.

La pérdida del prestigio de instituciones que son importantes para el normal desarrollo de las funciones del Estado y del régimen democrático como lo es el Congreso Nacional y los partidos políticos. Un 20% de credibilidad tiene el congreso, mientras que los partidos por su parte cuentan con tan solo un ocho por ciento de la confianza de la población según los sondeos de la encuesta CEP.

Dicha situación se expresa por ejemplo en la disminución de la participación de la ciudadanía, de un 90,4 % de inscritos en los Registros Electorales en 1988, bajamos a un 68,9 % en 2009, y por otro lado, la tasa de los no inscritos aumento de un 9,6 % a un 31,1% en las respectivas fechas.

Igual o más de preocupante un es la situación de la población joven, en la encuesta UDP sobre interés y participación de los jóvenes nos encontramos con que en promedio existe un 71% de jóvenes sin disposición alguna a participar en política, situación que evidentemente, se agudiza en el sector social más bajo. Los jóvenes prefieren participar en organizaciones estudiantiles (28 %), actividades de grupos religiosos (23%), actividades de protección del medioambiente (19%), entre las más destacadas.

En su “El hombre y el Estado” el filósofo Jaques Maritain nos da una clase de lo que en cierto sentido debiera ser el cuerpo político: este es quien “encarna y representa a millones de ciudadanos, con su poder colectivo y sus esperanzas, con su fe y su centenaria experiencia de sufrimiento y gloria, con su destino y su llamado a la historia de la humanidad”.  

En la política de inspiración cristiana no podemos entender el accionar político sin una profunda vocación de respeto y de servicio hacia los demás. El mismo Jesús dijo que no había venido para ser servido, sino que más bien había venido a servir. Es por lo mismo, que nuestra vocación de servicio público no puede verse involucrada con intereses propios, sino que comprometida fuertemente con el desarrollo material y espiritual de nuestra comunidad. La población espera de un servidor público que desempeñe una labor que no manifieste intereses formados en la ejecución de las políticas, todo lo contrario, se espera que siempre vele por el bienestar en general y no el particular.

En el mundo individualista y atomizador en el que nos desarrollamos, un cristiano interviniendo en política no puede sino estar en contra de la corriente: debe siempre promover la acción comunitaria, que la sociedad en su conjunto sea quien utilice los espacios y recursos que le son propios.

Otra vez mencionando al filósofo francés, citamos un texto que pretende resumir la idea central de este escrito, “la acción política particular que no esboza un horizonte comunitario que atiende al interés social y lo respeta, no es correcto y por tanto, no se condice con la ética de los cristianos en el campo político”, decía Maritain.

Es de esperar que quienes ejercen funciones públicas, en la Administración del Estado y sus diferentes organismos estén a la altura del desafío planteado anteriormente, así contribuir hacia el perfeccionamiento de nuestra democracia, aumentar la participación cívica de las personas y finalmente lograr el desarrollo económico y social para todos y todas en nuestro país.

El cuerpo político requiere una profunda reestructuración, debe darse cuenta de los cambios que vive la sociedad y el mundo de hoy en día para así retomar el dialogo con la ciudadanía, recuperar la confianza y mejorar su gestión en camino hacia el continuo perfeccionamiento del sistema democrático y social.

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