martes, 3 de agosto de 2010

Ideas e ideales en política

Jaime Castillo V.

Hacer política es equivalente a sentir amor por el prójimo. En un caso y otro, se trata de hacer el bien a los demás. La insuperable expresión de Aristóteles, la búsqueda del bien común, indica con sobriedad y profundidad el sentido del vocablo. Hay allí una visión de la sociedad toda. La acción va dirigida al pueblo entero, a partir de una realidad determinada. Por lo mismo, se trata de una tarea que no termina jamas. Habrá que estar en ella sin llegar a ninguna perfección, porque el ser humano no es perfecto. Pero, el desafío es avanzar siempre. Ningún libre albedrío puede fijarse como fin el absoluto y ningún determinismo puede limitar la necesidad del cambio y el progreso.

La operación política está limitada como todas las cosas humanas. Ni la filosofía, ni la ciencia ni el arte pueden decir que han llegado al fin de la verdad o la belleza. Tampoco termina la búsqueda del ser humano por una vida más y más plena. 

Detrás de todo estará siempre la idea. Cuando ella se transforma en un objetivo concreto que se va a cumplir se denomina ideal. No es nada que sobrepase al ser humano Es lo que la inteligencia y la voluntad se proponen para enriquecer la vida del hombre. O sea, somos nosotros mismos los que actuamos para realzar nuestro propio ser.

La política es pues buena y necesaria. No puede ser excluida. Es como la caridad, la amistad, la comprensión. No podemos vivir sin ello. Significa que cada uno trabaja por el bien de los demás y el conjunto, a su vez, lo hace por el mismo. 

Renegar de la política es renegar de uno mismo. Es excluirse de la labor que nos concierne, sea afirmativa o negativamente. El que se declara adverso a la política es un egoísta. Cree que está trabajando para sí mismo y que no necesita a los otros, pero está actuando políticamente porque busca como camino la indiferencia respecto al destino de los demás.


Por cierto, hay también una anti política, una mala política, así como hay una anti belleza, una anti felicidad. Forma parte de lo que somos. Pero esto que somos es siempre rectificable.

Es pues indispensable, cuando se habla de política, dejar de entender que se trata de algo perjudicial para las sociedades humanas. Tal cosa es dicha siempre por los dictadores, es decir, los que asumen el poder político sobre la base de que es solo una tarea suya. Tal intención esta siempre apoyada por otros, inspirados en lo mismo. Trabajan por el poder de un individuo, de una casta, de un grupo. Los reyes absolutos o los tiranos del siglo XX expresan de algún modo un objetivo social y pasan también a la historia. Pero, en el fondo, su trabajo es parcial, sin un avance efectivo, universal, suficiente para lograr el bien común.

La democracia es el sistema en que se procura resolver ese problema histórico. Declara la libertad e igualdad para todos. Es verdad, sin embargo, que nunca lo alcanza. Lucha por ello y algo se obtiene progresivamente. Un emperador romano es otra cosa que un Presidente de la República democrático de nuestros tiempos.



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